Un mínimo



Calculando la mitad de mi vida 
he llegado a la conclusión de que mis olas 
constituyen un mínimo. 
Un mínimo incapaz de arañar 
las cuerdas de una guitarra vieja y resbaladiza 
por los cuatro costados 
del refrán mal afinado de mis venas. 

En un mal día, precioso,
como este,
las aguas que borran mis huellas 
no se prestan a escribir poemas
ni filosofías, 
ni exequias...
mas se perfilan navegantes
rumbo a cualquiera de los 
ningún lado 
del océano de letras 
que surca 
el ocaso de mi nada
en tus manos..

© Beatriz Morín

Dibujando el aire



Buscando el oeste en los murales del viento
tropecé con los ojos de las nubes
tirando de la mano de otras nubes.
Los techos del cielo parecían menos altos
dentro del círculo de brumas que se diluía
gota a gota sobre las habitaciones empedradas.
Estiré la mano absorbiendo los cristales de las rocas
al tiempo que flotaban mis dedos apagados
dibujando en el aire las raíces enterradas
en los sombríos adoquines de los puentes..
Adoquines aferrados a horizontes
taciturnos de unos cielos
que se ahogaban lentamente y sin remedio
en los vértices vidriosos
de las costas
de tus párpados.

© Beatriz Morín

Doce cincuenta y cuatro



Doce cincuenta y cuatro.
Habitando historias en cajas de madera
recorro esta noche de luces insomnes
con pomos rutilares que giran ante mis ojos.
Mi nada bordea las y cincuenta y cinco
derrotada por pasillos de piedra
repletos de páginas inesperadas
hasta después de mis huesos,

alborotados y culpables inconscientes
de hacerme desaparecer
justo a las doce menos cinco.


© Beatriz Morín

Intemporal

Imagen: Alejandro Vega

Llueve.
Todas las estatuas sonríen debajo de un paraguas
intentando sobrevivir a sí mismas sobre los charcos…
Las hojas secas navegan sobre el rimmel de los sueños
gastando poco a poco los talveses y los nosés de un alma 
que grita dentro de su mundo...
juntando palabras en mares de letras y lenguajes 
desconocidos por y para otras almas...
Aparece intemporal sobre este horizonte vertical que me observa
definiendo todas las artes y perfecciones elegidas al azar por el viento...
abriéndose camino sobre la escarcha de un Junio y su verano...
Su reflejo en las aguas atrapa las cascadas del humo de los acantilados
en un atardecer de libertad...
para huir cada vez mas lejos del grito desgarrado de una guitarra 
en estas tierras casi olvidadas...

Desde estos párpados se divisa el cambio…
Ya eres más voz…
Ya eres más nombre…
Se acabó la tierra entre tus pasos...
Se fue la lluvia... 
y con ella... 
tus solitarias iniciales…

(a M.R. por lo que eres y lo que haces.... por lo que harás y lo que serás...)


© Beatriz Morín

Teorema



Reconocida la creencia de conclusión precipitada
bastan las virutas de un lápiz mal afilado para
escriturar la existencia de tu nombre a renglón derecho.
Si fijamos la atención en la suma de tus círculos concéntricos
resulta un poliedro infinitesimal de igual entidad que el mismo siempre
que desconoce el resultado de tu binomía;
solo comparable al rutilar acuoso
de la postrera lágrima huida de una letra
grabada con cuchillo en la corteza resinosa
de mi nada.

© Beatriz Morín

Deuda pendiente



Una vez más
la centésima parte de mis versos
recorren en sólo treinta y siete segundos
la distancia entre tu lado y el mío,
ganando dolor al viento amargo
que los nutre.
Entre cielo y cielo viaja
solitario
el ruido de tripas,
condenado al eco infinito
de un adiós, parecido
al del beso último
que me regaló tu llanto
convirtiéndote
en olvido.


© Beatriz Morín


Marzo


Jerga atribulada en perennes gotas
incapaces
de tímidas nubes
se divierten.
Lluvias celebradas por edades
sempiternas
de infinitas soledades
aplaudidas.
Emergentes carabelas desprendidas
de oleajes temblorosos
por inertes vendavales
solidarios,
acunados.

© Beatriz Morín

Con todos mis respetos



Inequívoca y determinante alternativa
democráticamente autollamada
fructífera intensa sucesión abrumadora
de mayoría fotográfica y fotogénica.

Exactamente lo mismo, eso no cambia.


© Beatriz Morín

De ti


De espinas clavadas,
puertas con puertas,
paseos nerviosos...

De preguntas a lápiz,
letras perdidas,
verdades desdichas...

De polos a rayas,
ojos cerrados,
manos con manos...

De aromas agudos,
labios besados,
desbesados...

De lugares indecisos,
uñas mordidas,
hijos de las veces...

De contigos,
de sin tís,
de mis tús
de tus mís...

No sé de qué hablar
cuando hablo de tí.


© Beatriz Morín


La culpa del viento


Por eso no hablo ni digo
lo que mi torpeza supo.
No por timidez.
No por vergüenza.
¿Qué le diré a mis ojos cuando pregunten?
¿Qué le diré a mi espejo?
...
Nadie creerá que fue el viento
con su mala costumbre de querer;
el que arrancó entraña por entraña,
silencio, por silencio,...

convirtiendo tus inciertos,
en mi fatal crepúsculo.


© Beatriz Morín